Índice
EDITORIAL
DOSSIER
El Código «Niña, Niño y Adolescente» de Bolivia y la Organización Internacional del Trabajo: controversias sobre una nueva política pública sobre infancia trabajadora en el Sur Global
Manfred Liebel & Peter Strack
«MANTHOC: 40 años de Pensamiento, Vida y Acción de los Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores por el ejercicio de sus Derechos y Dignidad»
Equipo MANTHOC
Explotación económica de niñas y niños. Un ensayo teórico para una praxis orientada en el sujeto
Manfred Liebel
Capacidad de Resiliencia en los NATs
Orlando Leonel Macharé Marcelo
ESTUDIOS
Voces De Niñas Indígenas Trabajadoras: Claves Para Escuchar
Norma Pérez López & Jorge Hernández González
¿Los niños de la calle son infantes? Vicisitudes de la categoría infancia
Luis Tejada Ripalda
Los Niños, Niñas y Adolescentes trabajadores y la ciudad. Un estudio de caso sobre los NATs y el espacio público en Lima
Virginie Adam
Un ejemplo de buenas prácticas frente a la constelación postcolonial y la desigualdad social en el mundo. El Movimiento Africano de Niñas, Niños y Jóvenes Trabajadores (MAEJT/AMWCY)
Manfred Liebel & Marta Martinez Muñoz
Niños, Niñas y Adolescentes, estilos de Acción Colectiva en el Perú
Laila Villavicencio García
CRONICAS
Análisis de la realidad de la JJTT venezolana, en el marco de la Clase Obrera y el Movimiento Obrero, en la presente coyuntura venezolana
Vida y Acción de la Clase Obrera y la Juventud Trabajadora
¡Confiar en nuestras propias fuerzas! Impresiones del Movimiento Africano de los Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores en Senegal
Manfred Liebel
PRONUNCIAMIENTOS
Pronunciamiento de Solidaridad con el Pueblo Venezolano, en Defensa de la Democracia y la Paz
Molacnats: Sobre el Anuncio de Cierre del Centro del Muchacho
Trabajador N°1 de Lamarin en Ecuador
Venezuela: «Luchando y Trabajando por La Vida Transformaremos
Nuestra Realidad»
«Nos sentimos indignados por lo que está pasando con los docentes en México»
Pronunciamiento 1 ° De mayo 2017 21 Años Organizados Por La Vida, Trabajo Y Dignidad»
Al Presidente Cartes y al Estado: «No Queremos solo Panchos y Globo
Loco cada 16 de Agosto, Queremos un Estado que proteja y cumpla nuestros derechos»
RESEÑA BIBLIOGRAFICA
El Gobierno de la infancia: Análisis Sociojurídico del Control y de las Politicas de Infancia Contemporáneas
David Vila Viñas
El permanente dilema entre etiquetamiento y la Identidad
Propia: Interpretacion Sociologica de la desviación aplicada a las experiencias de niños, niñas y adolescentes trabajadores organizados en Lima Metropolitana
Orlando Mancharé Marcelo
¿No es este el carpintero?
Guía de Pastoral de los Trabajadores en el Mundo del Trabajo
La labor de Educación Social en el Trabajo Social
Jorge García Escobar
Crianza con ternura
Anna Christine Grellert
Infancias poscoloniales. Exclusión y Resistencia
Manfred Liebel
Detalles del Libro
Fundadores
Alejandro Cussianovich
Giangi Schibotto
Manfred Liebel
Directora Responsable
Elvira Figueroa Sempértegui
Consejo Editorial
IFEJANT
INFANT
MNNATSOP
MANTHOC
Colaboradores en este Número
Manfred Liebel
Peter Strack
Luis Tejada R.
Norma Pérez L.
Jorge Hernández G.
Orlando Macharé Marcelo
Virginie Adam
Marta Martinez M.
Laila Villavicencio Garcia
Responsables de la Edición y
Publicación:
Equipo Ifejant
Editorial
LA DIGNIDAD HUMANA, ÉTICA Y POLÍTICA DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES TRABAJADORES FRENTE AL HORROR DEL MODELO CIVILIZATORIO DEL CAPITAL GLOBALIZADO
Este mundo, en el cual diariamente vivimos en la dificultosa búsqueda de un proyecto de futuro, sigue siendo dominado por poderes que continúan desvalorizando, saqueando, destruyendo, subordinado, esclavizando, martirizando todo lo humano que palpita en el planeta, y la misma naturaleza que de lo humano hubiera tenido que ser la casa hospitalaria, y que, en cambio, por estos mismos poderes ha sido reducida a mercancía sumisa a la lógica del despojo en función de la ganancia.
La decadencia del sentido de lo humano, su reducción a los impiadosos dictámenes de una razón instrumental siempre más indecente, cruel y exterminadora, es tan radical, tan obscenamente excesiva, que también la denuncia no puede sino ser sin mediaciones ni concesiones. Sobre todo, no puede ser una denuncia abstracta, pues estas «brutalidades elementales (Saskia Sassen), que se multiplican días tras días en este enfermo horizonte histórico, este vértigo deshumanizante de la modernidad tardía, que diariamente escupe de su hambrienta boca infinitos aglomerados de expulsión y de exclusión: todo ello no surge de la nada, sino que es el pútrido producto de un capitalismo que, en su eterna vocación depredatoria, hoy parece haber definitivamente perdido el sentido de lo excesivo, si es que alguna vez lo tuvo.
En lo que más específicamente al trabajo se refiere, los estragos han sido, si posible, más violentos y devastadores. El panorama histórico es traumatizante: posfordismo y poscon-tractualismo; desalarización, decontractualización y descolectivización de las relaciones la-borales; la transformación de los desempleados en simples excedentes humanos, escorias, basura de la coyuntura histórica; en fin, el proyecto de un desordenado crecimiento económico que triangula, sin mayor conciencia del abismo donde nos conduce este demente iti-nerario, desproporcionado aumento de la brecha social, una concentración implosiva de la riqueza y la paulatina trasformación de la fuerza de trabajo en masa humana, en «multitud» (Negri, Virno), una masa humana sin función ni lugar, eterna itinerante en tierra ajena, una tierra puntuada por raros castillos de privilegio y de dominio.
Así milenios de historia civilizatoria, cuyo centro ha sido el trabajo y los trabajadores, se hunden en el sinsentido y en la insensatez en un horizonte de futuro descivilizatorio, triunfaría como ídolo sediento de insignificancia humana, el símbolo, el mito, el rito del dios dinero.
En este contexto tan duro y dramático para billones de personas en todo el mundo, la OIT y sus secuaces siguen con la voluntad colonizadora de un discurso y de una práctica que demuestran siempre más un carácter hipócrita y violentamente represor de la emergencia histórica de un sujeto social inconforme y antagónico, como lo son los niños, niñas y adolescentes trabajadores.
En la discursividad institucionalizada de las agencias erradicacionistas, el mal llamado trabajo infantil, se ha vuelto un cómodo chivo expiatorio para encubrir los nudos devastadores de un modelo de acumulación que sigue basándose en una inmisericorde explotación de clase.
Primero fue con las «peores formas de trabajo infantil», engaño ético-semántico para confundir delitos y crímines con una subjetividad histórica emergente como los NNATs. Luego, en Brasilia 2013, se intentó de forma culpablemente engañosa atribuir a los niños, niñas y adolescentes trabajadores la falta de empleo para los jóvenes. Burda mentira, pues todos los estudios indican que la ruptura del pacto generacional se ha generado por un modelo de crecimiento económico sin crecimiento de las posibilidades ocupacionales, aprovechando, de forma totalmente privada y codiciosa, de todo el gran avance tecnológico, que, en lugar de abrir espacio al trabajo relacional, civil, de cuidado, de construcción de conocimientos humanísticos, sigue siendo utilizado para el privilegio de unos pocos y a desventaja de las mayorías. Finalmente, en Buenos Aires 2017 se va construyendo otro discurso que deforma la realidad y oculta las responsabilidades de la humanidad del sistema que nos domina.
Pues se pone en un mismo saco trabajo infantil y trabajo forzoso, esclavitud, coerción labo-ral, otra vez creando espesas cortinas de humo que quieren impedir de colocar la mirada sobre los problemas auténticos de nuestra época. La nueva ola de esclavitud explícita o implícita que, desafortunadamente azota el mundo entero, el trabajo forzoso, en condiciones de chantaje, en formas infrahumanas, nada tiene que ver con una supuesta responsabilidad o articulación con el trabajo de millones y millones de niños y adolescentes trabajadores en todo el mundo. La nueva ola de esclavitud depende de la lógica depredatoria y expulsiva del capitalismo globalizado, que, como ya hemos recordado, sigue produciendo excedentes humanos que, para no morirse de hambre, se someten a cualquier condición con tanto de encontrar posibilidades, aunque mínimas de subempleo.
La OIT tiene una enorme y escandalosa responsabilidad moral en este desviar la mirada para poder absolver los gobiernos y empresarios que, mientras un año sí y un año no organizan alianzas en contra del trabajo infantil, siguen, en pro de su exclusivo aprovechamiento, reproduciendo las condiciones sistémicas y estructurales que obligan a billones de hombres en todo el planeta a someterse a las nuevas formas contemporáneas de esclavitud. ¿Por qué la OIT no denuncia en voz alta el fenómeno del «land grabbing», o la destrucción de cualquier garantía en los derechos laborales, o la obscena concentración de riqueza que se está dando en el mundo? No, para la OIT nadie es culpable de todos estos crímenes que diariamente se cometen en contra de la humanidad entera, para que unos pocos sigan encerrados en sus dominios de privilegio y de poder.
Se sigue en cambio con esta repetida e inútil letanía que convoca a un mayor esfuerzo de atención por parte de las instituciones y otros borrosos sujetos, una alerta no ética sino eticista, voluntarista, frágil, fragilísima telaraña de buenas intenciones, de superficiales remordimientos, de provisionales intencionalidades, de buenos propósitos, en fin, de mentirosos castillos de arena, con tal de no sobrepasar los límites de un discurso abstracto y fundamentalmente vacío, para llegar al territorio de la crítica de la economía política, de la denuncia real y concreta de las responsabilidades y de las culpas, que no son actitudinales sino de sistema.
Y sigue mientras tanto el juego irresponsable de las postergaciones infinitas, para enmascarar los fracasos de las políticas erradicacionistas. Con bombos y platillos se había anunciado que dentro del 2016 se habrían eliminado «las peores formas de trabajo infantil». El 2016 ha pasado, «las peores formas de trabajo infantil no se han eliminado», y todo sigue como si nada fuera. Ni un gesto de reflexión crítica, de revisión de paradigmas, de substitución de los responsables de tamaño desastre. Simplemente se saca otro conejito del sombrero, se establecen otras fechas, en un malabarismo de prestidigitación que podría ser cómico, si no fuera que se está jugando con la vida de millones de niños, niñas y adolescentes trabajadores.
Ahora es el turno de la eliminación pronta y rápida del trabajo forzoso y de toda forma de trabajo infantil dentro del 2025. He aquí el anuncio de otro milagro, la solución de los nudos problemáticos de nuestra desastrada sociedad sin ningún cambio de los mecanismos estructurales y de los egoísmos brutales que la regulan. Y, sin embargo, la misma OIT parece darse cuenta de las mentiras que sigue sembrando con su discursividad desconexa con la coyuntura histórica. De hecho, en sus propias previsiones, en el reciente documento «Global estimates of child labour. Results and trends, 2012, 2016″, no solo reconoce que en los últimos cuatro años ha habido una baia impresionante en la tasa de descenso del trabajo infantil, sino que de seguir esta tendencia justamente en 2025 todavía tendremos 121 millones de niños en trabajo infantil en el mundo. Es decir, una «crónica de un fracaso anunciado».
Cabe aquí una denuncia y una acusación sin apelación. Si en 2025 tendremos todavía 121 millos de niños en trabajo infantil, esto significa que de toda manera tendremos varias generaciones de niños trabajadores a lo largo de este siglo. ¿Qué haremos con ellos? ¿Qué hará con ellos la OIT? ¿Seguirá negándole cualquier forma de reconocimiento social, los seguirá condenando a la invisibilidad social, a la condición de inexistentes, de fantasmas históricos, de larvas que no tienen derecho a un lugar en la sociedad, a una nombrabilidad explícita, a un poderse declarar abiertamente ante el mundo? Sería esta una carga moral que desborda en la monstruosidad de un discurso congelado y terco que no quiere entrar en diálogo con nadie sino solo consigomismo.
Hacemos, por ende, públicamente y con transparencia, un llamado a la OIT. Considerando sus mismas previsiones de que en las próximas décadas todavía tendremos millones y millones de niños, niñas y adolescentes trabajadores, invitamos a la misma OIT de descongelar, por lo menos parcialmente su dogmático y rígido discurso, legitimando, a la espera de que desaparezca, una apertura a políticas públicas y prácticas sociales de protección de los niños que se encuentran en trabajo infantil. No le pedimos a la OIT que se convierta a nuestro discurso, que renuncie a su objetivo de largo periodo de erradicación del trabajo infantil, y menos aún que adhiera a nuestros horizontes de valores; tan solo le pedimos, por razones de humanidad, de «restauración de derechos» de los niños, que acceda a conversar sobre la posibilidad de pensar en políticas públicas de protección de los millones de niños tra-bajadores, también de aquellos por debajo de la edad mínima, que seguirán existiendo y reclamando a gritos una real ayuda en las próximas décadas. De no recoger este llamado, de hacerse sorda frente a este requerimiento de un mínimo de elasticidad en pro de aquellos niños trabajadores que dice defender, se asumirá la responsabilidad y la carga moral por haber, otra vez, condenado los NNATs a ser desconocidos y deslegitimados en su propia existencia y en su propia identidad y función social, simbólicamente aniquilados en su derecho a la protección.
Con todo ello, hay sin embargo que enfatizar otra vez la distancia enorme que separa el mezquino discurso erradicacionista, del horizonte ideológico y del sistema de valores desde los cuales se han venido construyendo las discursividades y las prácticas de los movimientos de los niños, niñas y adolescentes trabajadores organizados en América Latina. Ellos también luchan en contra de la explotación, ellos también piden protección en el trabajo, pero enmarcan estas prácticas en un horizonte de cambio que resignifica el sentido de su propuesta. Que no es una propuesta de simple neoasistencialismo, sino de reconocimiento de un protagonismo social y político que los legitime como actores populares en lucha contra el sistema, que de aquella explotación y de aquella desprotección es el responsable. No la erradicación, sino el tránsito de un trabajo explotado a un trabajo digno. Y ello, además, no es una consigna encerrada en sí misma, como simple búsqueda de un mejoramiento ocasional de unas cuantas condiciones de subsistencia, sino se traduce en un programa político de transformación de la sociedad y del mundo del trabajo en su conjunto, en articulación con los nuevos movimientos sociales que luchan para cambiar un modelo civilizatorio orientado a la ganancia por un modelo civilizatorio orientado a la promoción de los derechos del hombre y los derechos de la naturaleza. Es por ello que el trabajo de los niños, niñas y adolescentes, se vuelve el territorio de enlace con los movimientos inconformes y antagónicos, y por ende un lugar social donde los niños trabajadores pueden emerger como una subjetividad histórica aportando a la construcción y viabilidad de un proyecto de futuro distinto. En todo ello cabe seguramente también la protección de los niños y niñas trabajadores, pero una protección que adquiere su significación sólo en cuanto y a través de ella se pueden expresar acciones de rebeldía y escenarios de cambio. Se trata finalmente de articular protección, participación e incidencia política, reafirmando rotundamente que el sentido de la protección no es la asistencia, sino el de reconquista de derechos ciudadanos permanentemente pisoteados y despreciados.
Se trata de un camino duro e incierto, pero seguimos confiando en la fortaleza de los niños, niñas y adolescentes trabajadores, que ya tienen suficiente historia de lucha y de antagonismo, para no dejarse ni atraer por unos cuantos cantos de sirenas, ni intimidar por las amenazas represoras de quienes quieren autoritariamente restaurar sus derechos privándolos de su identidad, de su función social y de su horizonte de posibilidades presentes y futuras.
La Revista