Índice
EDITORIAL
DOSSIER
Los cambios en la política de la OIT en materia de trabajo infantil: regulación y abolición
Edward van Daalen & Karl Hanson
El niño negociable: Fundamentos y trampas de la Campaña de la OIT contra el trabajo infantil 1919-1973
Marianne Dahlén
Una extraña disfunción burocrática en el trabajo infantil: Por qué la OIT, UNICEF y el Comité de los Derechos del Niño promueven políticas que se sabe que dañan a los niños
William E. Myers
Ignorando los beneficios del trabajo de niños y niñas
Michael Bourdillon
Los movimientos de niños, niñas y adolescentes trabajadores y la Organización Internacional del Trabajo. Una lección sobre el silencio forzado
Manfred Liebel & Antonella Invernizzi
ESTUDIOS
El sujeto de los derechos de la infancia: De lo descriptivo a lo normativo
Matías Cordero Arce
“Hablar” sobre el trabajo infantil: Afianzamiento normativo en un régimen incierto
Jean Grugel
¿Cómo puede el derecho internacional asumir el derecho vivo a trabajar de los niños y niñas? Antropología y campañas contra el trabajo infantil
Olga Nieuwenhuys
Intersecciones de Escuela, Trabajo y Aprendizaje: Niños en Etiopía, India, Perú y Vietnam
Virginia Morrow
¿Hemos preguntado a los niños? Un aporte histórico desde el año 1997
Nandana Reddy
Un desafío urgente: Los derechos económicos y laborales de los niños y niñas
Manfred Liebel
REPORTAJE
Cuando la fuente ruge…
Un testimonio desde Bangladesh
PRONUNCIAMIENTOS
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Camilo Bácares Jara, La infancia en el cine colombiano. Miradas, presencias y representaciones, 2019, Colección Becas, Alcaldía Mayor de Bogotá, 312 pgs.
María Lidia Piotti, Protagonismo Infantil y Trabajo Social, 2019, Mendoza, Argentina, ed. Lengua Viva, 192 pgs.
Deivid Pacosillo Mamani, Ma Betsabé Evia Cabrera, “La incidencia política los niños, niñas y adolescentes trabajadores de la UNATSBO en la Constitución Política del Estado y el Código del niño, niña y adolescente de Bolivia”, 2020, U.del Alto, Rectorado, 250 pgs.
Detalles del Libro
Fundadores
Alejandro Cussiánovich
Giangi Schibotto
Manfred Liebel
Directora Responsable
Elvira Figueroa Sempértegui
Consejo Editorial
IFEJANT
INFANT
MNNATSOP
MANTHOC
Colaboradores en este Número
Edward van Daalen
Karl Hanson
Marianne Dahlén
William E. Myers
Michael Bourdillon
Manfred Liebel
Antonella Invernizzi
Matías Cordero Arce
Jean Grugel
Olga Nieuwenhuys
Virginia Morrow
Nandana Reddy
Responsables de la Edición y Publicación:
Equipo Ifejant
Dirección de Redacción:
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Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca
Nacional del Perú N° 2023-00817
Diciembre, 2021
Editorial
Estimados lectores, con profunda satisfacción consignamos a ustedes este nuevo número doble de nuestra revista, justo en momentos de fuertes significaciones históricas, para las infancias y las adolescencias del mundo y en general para toda la humanidad. La pérdida del sentido de lo excesivo del actual modelo del capitalismo globalizado e hiperconsumista va configurando un impiadoso modelo (des) civilizatorio siempre más depredador, saqueador, brutal y expulsor. El “horror económico”, de lo que nos hablaba Viviane Forrester, sigue produciendo excedentes humanos, humanidad de sobra, insignificantes desperdicios en esta obscena exaltación de la ganancia como única brújula para orientar la historia hacia una potencial catástrofe del planeta y de los hombres que lo habitan. Como nos recordaba Walter Benjamin en el “Ángel de la historia”, el supuesto progreso de este bárbaro modelo de acumulación de plusvalía, se está transformando siempre más no solo en la crónica de un apocalipsis anunciado, sino también en un ascenso de la insensibilidad hacia el dolor, el sufrimiento, la soledad, el desgarramiento vital de los otros:
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso. (Walter Benjamin)
El “fascismo societario”, del cual nos hablaba Boaventura de Sousa Santos, arrastra siempre más, con sus garras y colmillos, billones de personas hacia el desempleo, la pobreza, la muerte, el éxodo, la perdida de sentido para la propia vida y la propia identidad individual y colectiva. El panorama es sombrío: la posmodernidad del capitalismo cognitivo, de la bioproducción, de la mercantilización omnívora, de los nuevos ecosistemas tecnomediados subsumidos a la lógica del capital, de la colonización de las conciencias y hasta de las intimidades emocionales de los sujetos, nos colocan en el centro de un vértigo abismal de destrucción, desamparo, de debilitamiento pandémico de la significancia humana, al punto que ya la biosfera simbólica parece ser dominada solo y únicamente por lo que se impone como el símbolo de todos los otros símbolos: el dios dinero.
Es en este contexto que cae el centenario de la existencia de la Organización Internacional del Trabajo, que ya en su constitución tripartida (sindicatos, empresarios, representantes de los estados) desde los inicios develaba su destino: el de ser una institución de fachada, de culpable hipocresía, de subterránea deradicalización de los conflictos sociales y políticos, de traicionera creación de ilusorios horizontes de mediación de intereses irremediablemente contrapuestos entre opresores y oprimidos. En todos estos años la OIT ha venido manifestando siempre más la absoluta impotencia de sus políticas, pensadas para supuestamente defender los derechos de los trabajadores, agitando esta miserable banderita del “trabajo digno” como espejito para las alondras, mientras el capital pasaba, para defender su codicia, a la acción con dos guerras mundiales, el fascismo y el nazismo europeos, las dictaduras latinoamericanas, incontables y sanguinarios conflictos locales, el saqueo y el despojo del medio ambiente, la imposición violenta de una vocación imperialista, y recientemente una inmisericorde oleada de precarización, flexibilización, deshumanización, brutalización de las relaciones laborales. Es evidente, en este sentido, que el fracaso total de las políticas laborales de la OIT, no se debe tanto a los vacíos ideativos y técnicos operativos, sino más bien al pecado original de querer juntar el diablo con el agua benedicta, este monstruo de modelo civilizatorio del capitalismo ultraneoliberal con los derechos humanos, económicos, políticos y sociales de los trabajadores de todo el mundo.
Consciente de su fracaso, creemos firmemente que la OIT se haya dedicado tanto a los niños trabajadores, para maquillar el sentido de su inútil y contradictoria existencia, apelando a los buenos sentimientos fundamentalmente patriarcales y hiperproteccionistas, adultocéntricos y colonizadores. De allí que en todas estas décadas la OIT ha sido nada más que un culpable Narciso, enamorado de sí mismo, mirándose en el espejo de insensatas políticas públicas de corte brutalmente erradicacionistas, de retorcidos informes mundiales que solo han servido para enmascarar la realidad de la situación y de las luches de millos de NNATs, de apelaciones, culpables y vergonzosas, a los estados para que engloban configuraciones jurídicas iliberales y negadoras de los derechos de las infancias trabajadoras, y hasta un accionar represivo y policiaco del cual, antes o después se tendrá que rendir cuenta. Y todo ello mientras en todo el mundo, y en particular en nuestra siempre querida América latina, se hacía siempre más evidente y contundente la emergencia de los NNATs como un sujeto histórico y como uno de los nuevos movimientos sociales antisistémicos. Y ello tanto en el plano de la actoría concreta, de la activa presencialidad luchador y militante, así como, y de ello es testimonio esta misma revista, en el plano de la elaboración de una visión histórico-crítica de la realidad, del mundo y de los conflictos sociales que lo permean.
Pues los niños trabajadores, y en particular sus expresiones organizadas, llevan consigo epistemes radicalmente críticas y creativas, descolonizadas, heréticas, epistemes de liberación y de apertura de insospechados horizontes de posibilidades para repensar a las infancias trabajadoras, ya no como una sumatoria de sucios, andrajosos y disfuncionales escombros de la historia oficial, sino justamente como un emergente sujeto histórico en el marco de los movimientos antisistémicos, rebeldes e inconformes, que estaban y están transitando fuera del coro, fuera de los confines de los posicionamientos sociales establecidos por los aparatos del dominio hegemónico, aparatos económicos, sociales, culturales, jurídicos, simbólicos, y también duramente represivos, policiacos y hasta militares. Epistemes desinstitucionalizadas desde su misma origen, pues no se forjaron en tal o cual claustro académico, sino en la concreta experiencia de un largo proceso de organización, de movimiento, de lucha, de reivindicación, de rebelión, que fraguó, paulatinamente, pero también con espesor y profundidad, un pensamiento crítico que rompía y rompe con los esquemas preestablecidos y le daba y le da voz, también en el caso de las infancias trabajadoras latinoamericanas, a la incorregible indomesticabilidad de la historia.
Los textos de la revista que van a encontrar en este número, como también en los otros, intentan darle forma, digamos así, académica a este pensamiento histórico-crítico desde y de los NNATs. Y ello no tanto para que este pensamiento se luzca con el brillo de unas cuantas medallitas en el pecho, sino para que este mismo pensamiento pueda imponer su legitimación y reconocimiento en las negociaciones y disputas de los más importantes y significativos saberes de época. Se trata, digamos así, de la traducción de un saber colectivo, todavía no formalizado en los formatos de la cultura institucional, en un saber reordenado según estos dictámenes institucionales. Más o menos la tarea que Antonio Gramsci les asignaba a los “intelectuales orgánicos”. Este es el sentido de los artículos que van a encontrar en este doble número de la revista. Número que en cierta medida representa un momento de cierre de una fase del largo proceso de construcción de un pensamiento solidario, reflexivo y, sobre todo, militante desde los movimientos organizados de NNATs, y que inmediatamente ya alude a la apertura de una fase que, dándole continuidad a la anterior, quiere, sin embargo, aventurarse en nuevos territorios que potentemente nos convocan.
Y es que, en esta atroz posmodernidad del capitalismo globalizado, cognitivo, hiperconsumista, finanziarizado, el mundo del trabajo sigue siendo uno de los focos centrales de la explotación, en términos de dominio sobre el plustrabajo, expropiado en función de la acumulación inequitativa de la plusvalía. Es por ello, y no solo por las razones de una despolitizada y desradicalizada niñología de los buenos sentimientos, que los niños, niñas y adolescentes trabajadores siempre constituirán el eje central de los procesos de construcción de conocimiento histórico-crítico, que constituyen la razón de ser de nuestra revista.
Y sin embargo en el mundo de hoy las formas de la explotación capitalista proliferan en un retículo mucho más complejo, desbordan el clásico mundo del trabajo, invaden el momento del consumo, penetran en tiempos de la vida cotidiana que no son propiamente de trabajo sino de producción, filtran en cada intersticio de nuestra existencia diaria, perfilando así una cartografía de la producción y robo de la plusvalía omnipresente y omnívora. Pasamos nuestro tiempo libre en los centros comerciales, no nos destacamos un instante de nuestros celulares y de sus aplicaciones, asistimos sin mayor indignación al ecocidio del planeta, nos impregnamos el alma con publicidades ubicuas, renunciamos hasta a nuestra intimidad accediendo a que el sistema mercantilice también nuestras interioridades, asistimos a la transformación mercantil-empresarial de sectores que tendrían que alimentarse de otra lógica humana y humanista, como lo de la educación, de la salud, de la protección social, etc.
Todo ello, por supuesto, revoluciona también el contexto social y la coyuntura histórica en la que viven las infancias del mundo. Si asumimos que la infancia no es la suma de los niños, sino el lugar social que habitan los niños, y que, por ende, estos mismos niños no son exentos de las determinaciones de los fenómenos sociales y económicos, aunque también sean proactivos frente a ellos, entonces, no podemos obviar a la constatación que hoy las infancias de todo el mundo están bajo acechos múltiples y multiformes de la propia explotación capitalista. Esta explotación seguramente sigue enseñándose con los NNATs, y pero actúa permanentemente en contra de todas las otras infancias, con la destrucción del hábitat humano, con la utilización de los niños como consumidores forzosos, con la imposición de ecosistemas tecnomediados implacablemente sumisos a la dictadura de la ganancia, con la colonización mercantil de sus emocionalidades, de sus espacios y tiempos pedagógicos, de sus derechos a la salud, a la interioridad, al juego, también este último reducido a espacio donde impera solo y únicamente el valor de intercambio.
Nos espera, en este sentido, a los NNATs organizados y a los adultos militantes que los acompañamos en su camino y en sus luchas, una importantísima e impostergable tarea histórica: rastrear con radicalidad crítica estas nuevas y siempre más difundidas formas de explotación, que, en la lógica del sistema, quieren reducir no solo a los niños, niñas y adolescentes trabajadores sino a todas las infancias a meros soportes del lucro, instrumentos de un proceso de apropiación de plusvalía que ya no permite moratoria para ningún grupo social, y aun menos para las infancias.
Responder a esta tarea histórica significará, por un lado, no solo hacer emerger los sufrimientos y el dolor, la marginación y la injusticia que sufren las infancias del mundo, sino también visibilizar sus resistencias, sus potenciales tácticas y estrategias de inconformidad antisisté- mica; por otro lado, hará que la siempre presente vocación de los movimientos organizados de NNATs de articularse con todas las otras infancias no se debilite en una simple petición de principio, sino se ancle en algo históricamente concreto, es decir el mutuo reconocimiento de una solidaridad de destino, que se expresa en la común necesidad de luchar en contra de las proteiformes crueldades de la explotación en el capitalismo contemporáneo.
En todo este contexto, ya de por sí extremadamente complejo, inicuo y problemático, se produjo el evento, inesperado y devastador, del Covid 19, esta pandemia que no es solo una emergencia sanitaria, sino también económica, social y de redefinición de los parámetros civilizatorios de nuestra época. Esta pandemia ciertamente está reconfigurando el campo experiencial del mundo, de las naciones, de los pueblos y de los sujetos. Y, por supuesto, también de las infancias, de las juventudes y de las familias. Todo ello nos obliga a un necesario esfuerzo para no tanto deshacernos de los anteriores términos y categorías del debate, sino para resignificarlos a la luz de un contexto que el coronavirus ha profundamente modificado.
En toda esta nueva y abrumadora coyuntura, infancias y juventudes viven el auténtico huracán de múltiples impactos, que en su conjunto van redefiniendo sus perfiles sociales, sus formas de existencia, sus configuraciones identitarias, sus estilos de vida, sus posicionamientos en los tejidos relacionales, sus marcos normativos, sus puntos de referencias culturales, etc. Y, sin embargo, muchas, demasiadas veces se sigue hablando de infancias y juventudes en fuerza de un pensamiento históricamente descontextualizado y no situado en una propia y específica coyuntura histórica a nivel glo-cal (global y local). Con el riesgo de hablar de infancias y juventudes que ya no existen en la realidad, sino tan solo en la reiteratividad academicista de quienes siguen enjaulados en la cuadriculación abstracta de unas cuantas teorías ya completamente desancladas, desconexas de la realidad. Y cuando este pensamiento inspira también las políticas públicas el resultado es un fracaso anunciado, pues se activan modelos de intervención equivocados tanto en los contenidos, así como en las metodologías.
Y ello es tanto más peligroso en tiempos de coronavirus. Tiempos que, con relación a la infancia están demostrando las debilidades y las inconsistencias del pensamiento que quiso ser hegemónico, y hoy se descubre afásico, tartamuedeante, incapaz de proporcionar claves de lectura, de interpretación y acción. Pues, nos preguntamos, por ejemplo, cómo se resignifica toda la Convención de Los Derechos del Niño frente a decisiones políticas que en primer lugar han decidido no escuchar a los niños, otra vez reducidos a meros objetos de (supuesta) tección y no de negociación, de involucramiento en la toma de decisiones, encerrados literalmente más que los perros, puesto que a estos últimos se les concede por lo menos media hora de paseo diario. Y que nos dirá la OIT frente al seguro y exponencial repunte del trabajo de los niños, niñas y adolescentes en todo el mundo. ¿Porqué todas estas organizaciones que supuestamente se dedican al bienestar de las infancias se callan frente a la evidencia de un desastre al cual el sistema del capitalismo hipermercantilizado y ecológicamente devastador no ha sabido responder, pues descubrió que tenía más centros comerciales que camas de cuidado intensivo, un capitalismo con rostro deshumano que logró más de un celular por persona, y que ahora no sabe producir y donar sencillos tapabocas a la gente que corre el riesgo de enfermarse. Solo una palabra nos permite expresar lo que pensamos y lo que sentimos: vergüenza para todos los criminales disfrazados de políticos, economistas, banqueros, funcionarios, ejecutivos, supuestos restauradores de los derechos de los niños que en todos estos años han conducido nuestra sociedad hacía un abismo que no ha sido creado por el coronavirus, aunque el coronavirus lo haya potenciado y dramáticamente vuelto visible y devastador.
Nos hiere profundamente el ensordecedor silencio, la lentitud, la tibieza de los discursos que en plena pandemia circulan sobre infancia. Discursos que hacen trizas de décadas de otros tipos de narrativa, la narrativa que habla del niño como sujeto, como actor, como protagonista de su vida y de la vida social. Y otra vez, vía coronavirus, se quiere imponer un exclusivo enfoque paternalista, patriarcal, autoritario, salvacionista, impositivo.
En realdad no estamos escuchando, con la solidaria ternura que se necesitaría, el ruido de las lágrimas de nuestras infancias, ni logramos detectar esta nueva forma oculta, silenciosa, invisibilizada de nuestro niños, niños que aguantan, que ayudan, que cargan responsabilidades, que siguen estudiando, trabajando, luchando en esta emergencia que nos obliga a repensarlo todo, a deshacernos de la hipocresía, de la superficialidad, de la mentira y de la insensibilidad con la que esta sociedad y este modelo civilizatorio del capitalismo salvaje ha tratado las infancias y, en particular, la infancia trabajadora.
Pues en América Latina, no solo el capitalismo y el coronavirus están caminado con su devastación, sino también las infancias múltiples de la Patria Grande, con sus duelos, pero también con sus esperanzas, con sus heridas, pero también con su voluntad de lucha, con sus lágrimas, pero también con sus revolucionarias y solidarias sonrisas.